Y eso mismo recordé cuando con el gusto y el júbilo que me hacía olvidar el cansancio del vuelo desde Texas, a pesar de casi no haber dormido, (no logro acostumbrarme al reducido espacio de los aviones ejecutivos) entré al Circuito de Barcelona-Catalunya el sábado para presenciar la clasificación del Gran Premio de España de Fórmula Uno, en donde la alegría reinaba por todos los rincones, y las esperanzas de los aficionados, se fincaban en sus representantes en el circuito: Alonso y Sainz, lástima que ambos no cuenten con máquinas ganadoras en la actualidad.
La primera sorpresa llegó al enterarme que Plácido Domingo, uno de los mejores tenores del mundo, sería la celebridad que entrevistaría a los integrantes del podio al final de la carrera.
Por cierto, nuestro Plácido, al que en México queremos bien por los años que vivió entre nosotros, es un aficionado irredento a esta categoría del automovilismo, de la que ahora ya no me atrevo a decir que es la máxima... y que según me informaron, había representando, apenas unos días antes, un genial Simón Boccanegra (Giuseppe Verdi) en el Coliseo de Las Ramblas.
La noche anterior fue la llegada a la Barcelona de siempre, entrañable, bulliciosa, coronada con su catedral que sigue creciendo, erigiéndose con el señorío que despliegan la magnitud y magnificencia de sus “ahujas”, hoy todavía, -y pareciera que para la eternidad- acompañadas por las grúas que ayudan a vestirlas con los “detalles” que dejó a manera de legado, de herencia, el maestro Gaudí.
Este, un viaje relámpago tan sólo para llenar el recuerdo y para ver una carrera más de ésta Fórmula Uno cuasi silenciosa; -ya me lo decía hace poco en una breve conversación Luca di Montezemolo, -ex madamás del Equipo Escarlata, el del Cavallino Rampante- “...es como una Italia sin pasta, sin espaguetti...”
Los viajes me siguen ilusionando, para mi fortuna, continúan entregando júbilo a mi ánimo; ya sabe lo que dicen, que el dinero gastado en viajar es el mejor gastado, cualesquiera que sea el significado... estoy de acuerdo, vale cada peso, dólar o euro...
En la tarde del sábado, estábamos de vuelta en Barcelona, me refiero a la ciudad; breve escala en el hotel, la de rigor y... ¡a comer y a beber un par o más, copas de vino! ¿en dónde?
En dónde más si estás en Barcelona... en Las Ramblas, donde el bullicio creciente pareciera que provoca que la noche llegue, como si enviara un llamado silencioso, una seña discreta, que supongo se ha vuelto en algo así como un recado de la costumbre... y sí, caerá la noche en medio del barullo de la gente, de los comensales que acompañan sin saberlo, entre los destellos de tonos y brillos, de flores y luces...
Durante el día, allá en el Circuit Catlunya-Barcelona, la lucha por la Pole en la parrilla de salida del domingo ha sido fragorosa entre los pilotos del equipo líder, el AMG-PETRONAS
Hamilton y Rosberg no ceden milésimas de segundo ni por casualidad, pero hoy fue el piloto inglés el que impuso la vuelta más rápida, por lo que después de ver la superioridad contundente del equipo y la batalla que ambos pilotos traen metida en la mente, -supongo que a todas horas- me parece que mañana en el mero inicio se van a encontrar las ganas de adelantar con las de eliminar a su compañero/contrincante... y se van a descartar mutuamente... la competencia feroz que libran, exige este pensamiento en nuestras mentes de aficionados.
Lo expreso, y nadie está de acuerdo, incluso, uno de mis anfitriones, directivo del equipo en cuestión, me dirige una mirada de una interrogación que promete convertirse en una mueca de disgusto; le aclaro que es un presentimiento solamente, no un vaticinio, mucho menos un deseo, mismo que tenemos, (me refiero al presentimiento) millones de aficionados en el mundo, desde hace ya un buen tiempo... y entonces, asiente con un atisbo de resignación que delata su temor a que suceda y evidencia que él también...
La noche sigue su curso en Las Ramblas; los aromas que trae el viento nos siguen sonriendo justo enfrente, de la mano del bullicio... insisto en mi atención a sus flores y sus luces... los catalanes y los que parcialmente lo somos por el tanto que nuestros antepasados nos legaron en la sangre, junto a los turistas que de todas partes llegaron, disfrutamos esa noche que es especial, porque mañana se corre el Gran Premio de Fórmula Uno de España, mejor dicho, de Catalunya...
Y así, con la compañía descrita y una copa del espléndido Espectacle del Montsant, vino de la D.O. Priorat, que sin la menor duda, hace honor a su nombre, por cierto, elaborado con la variedad Garnacha Tinta, procedente de una pequeña finca de tan sólo 2 hectáreas de pronunciadas pendientes pletóricas de viñedos centenarios, y que sugerí a petición de mis acompañantes; dijeron que el enterado en “esas lides” -a pesar de ser mexicano- (es obvio que no nos vinculan con el conocimiento del buen vino, me pregunto... ¿por qué será..?) era yo.
Así que con ésa, mi preferencia, dimos paso a la “unión”, con los Buñuelos de Bacalao, con la Mariscada, con el Marimuntanya, y más platillos de la cocina catala, que elogiaron con empeño los directivos de la petrolera malasia con quienes compartía la mesa, al igual que los publirelacionistas sajones y germanos de Brackley y Stuttgart, de la empresa de la estrella de los tres picos, y también, con nuestro fragmento de la noche, de nuestras palabras y risas, del regocijo que da mecerse en los placeres de la buena mesa y la conversación inteligente, sellando con un brindis más, por el triunfo, prácticamente asegurado, -decíamos a esas alturas con convicción- del AMG-PETRONAS al día siguiente, como ha sucedido desde hace un par de años, a pesar de mi presagio, que seguía rondando mis pensamientos aun cuando ya posaba mi cabeza sobre la almohada...
Gabriel Mora y Romero
Director General y Editorial
1a. parte.
Versión completa en la sección de Gran Turismo de MESA y VINO edición 89.
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