Pero no hay nada escrito dicen unos; otros, lo contrario... el domingo se encargó de desmentir y de corroborar... cuatro curvas bastaron para que los dos monoplazas plateadas del AMG-PETRONAS se enredaran en una maniobra que pone en evidencia las “tonterías” de la Fórmula 1 actual, llena de tecnología y reglas incoherentes, y lo sobre valorados que están estos pilotos de “play station”, de “simulador”, y ambos quedaran fuera, ¡eliminados!
Todo indica que mientras Rosberg, quien había superado a su compañero en la salida se enfilaba a la cuarta curva, perdía potencia y entonces, a casi a 300 kilómetros por hora, manipulaba botones y más botones en su volante para “resetear” el modo de la computadora de a bordo.
Y Hamilton, su compañero que lo seguía como una sombra, piloto infinitamente sobre valorado, salvo en la falta de inteligencia, intentaba, en una maniobra digna de un novato sin ápice de talento, rebasarlo ¡por la parte interior! poniendo dos ruedas en el pasto... el resultado; un “paso de baile”, un giro veloz, -como ésos con que nos ilumina el ánimo el tango-, del monoplaza del inglés, que en su desenfrenada carrera ya sin memoria de destino, se llevó de por medio a su “gemelo...”
No me cansaré de repetir junto con los otros millones de ya casi ex aficionados a la Fórmula 1 que piensan igual, que el exceso de electrónica, de “programas de computadora”, de botones, -“...de merde” decía un francés junto a mi-, que distraen al piloto de la conducción verdadera, de mantener la vista fija en la pista para “asegurar” trayectorias ideales y limpias, en lugar de ir viendo en qué “modo” está la computadora de a bordo, o qué botón pulsar para “resetear” los gizmos electrónicos que hay que ajustar después del arranque... “...de merde”, me sigue retumbando en la cabeza la expresión de mi vecino francés...
Así que para los espectadores, la sorpresa, siento yo, no lo fue tanto. ¿Por qué? se preguntará usted. Porque para los que hemos estado en este deporte, dentro y fuera por más de 50 años, resultaba obvio que sucediera... una vez más, la cuestión tan sólo era... ¿cuándo?
Sin embargo, el incidente le abrió las puertas de par en par a nuevas sorpresas; los Red Bull se hicieron de la punta, con el “aussie” Ricciardo al frente del novato Vestappen que con apenas18 años de edad, conducía por primera vez el Red Bull después de que unos cuantos días antes, Dr. Marko, terrateniente y asesor del patrón Dietrich Mateschitz en el equipo de la bebida energética, lo “ascendiera” del equipo B, el Toro Rosso, al equipo A, el Red Bull.
Las estrategias de las paradas en los fosos para cambio de neumáticos y la selección del compuesto de éstos durante la carrera, finalmente hicieron la diferencia; en al auto de Ricciardo apostaron por tres paradas y compuestos blandos, en el de Verstappen por dos y el compuesto medio, y entonces, el novel piloto tomó la punta y con una madurez notable para su edad, soportó sin poner una rueda fuera de lugar, “todo lo que le mandó” Kimi en el Ferrari que lo perseguía justo pegado a su caja de cambios... y así cruzaron la meta, convirtiéndose el holandés, en el piloto más joven en ganar un Gran Premio de la Fórmula 1... ésa. sí que fue una sorpresa.
Mientras la excitación y el jolgorio en el circuito comenzaban a aplacarse- como diría mi abuela veracruzana- decidimos mis compañeros de viaje y quien escribe, cenar “como se debe”, ¡mon Dieu! nous sommes à Barcelone... sin tomar en cuenta la hora para emprender el regreso a Fort-Worth; el estrecho Gulfstream G650 con su amable tripulación, espera pacientemente por nosotros, la hora no es problema, siempre y cuando avisemos con una anticipación ya establecida, así que, pusimos en marcha nuestro plan...
Cerca de la media noche alzábamos el vuelo. Adiós Barcelona, que nos despedía iluminada, alegre, envuelta en un cielo lleno de nubes montadas en un viento que me atrevo a asegurar, iniciaba su regreso hacia el mar...
¡Hasta la próxima Catalunya..!
Gabriel Mora y Romero
Director General y Editorial
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