Hecho que celebro, ya que mi entrega al disfrute y al conocimiento de nuevas propuestas, y sobre todo, al encuentro con sensaciones inéditas en el prodigioso universo del vino, me resulta, en cada ocasión, más y más gratificante.
Comienzo con una cata/desayuno: Los Grandes Châteaus de Boudeaux en su 2a. edición, de una cadena de tiendas de vinos, licores y abarrotes.
A las once de la mañana tenía ya enfrente las ocho botellas con 8 vinos Chateau, obviamente de Bordeaux, que de entrada llenaban la mirada y alimentaban el gusto de promesas... de ésas que despliega cualquier vino francés de calidad y más, si se trata de la célebre región de Bordeaux, cuyos vinos son considerados por muchos, los más finos del mundo; aunque ya ve lo que dicen, "en gustos se rompen..."
Los vinos de Bordeaux son elaborados en la actualidad por algo así como 9,000 bodegas, a las que por allá, usualmente les dan el nombre de Château, siempre y cuando, esté asociado a un viñedo concreto.
Fue el emperador Napoleón III quien pidió se elaborara un sistema de clasificación para los mejores vinos de Burdeos que iban a mostrarse al mundo, y así, los involucrados en las negociaciones del vino francés de la época, catalogaron los vinos en función de la reputación del Château y también, del precio en mercado, que según aseguran, en aquella época, sí se relacionaba directamente con la calidad... y así surgió la Clasificación oficial de vino de Burdeos de 1855.
Los vinos se catalogaron en cinco categorías o "crus", dependiendo de su calidad; todos los tintos eran de la región de Médoc, exceptuando los del Château Haut-Brion de Graves, mientras los blancos, a los que ya desde entonces se les ponía menos atención, quedaron limitados en la clasificación a las variedades dulces de Sauternes y Barsac, siendo catalogados sólo los de primera y segunda cosechas.
Esta clasificación, solamente ha sido modificada dos veces desde entonces, pero de eso les hablaré en otra ocasión.
Comenzamos con un par vinos; el Château de Camensac y el Closerie de Camensac. Ambos, resultaron un buen preámbulo y abrieron los sentidos remarcando las características de estos vinos: elegancia y finura, pero, en este caso, me resultaron vinos demasiado "ligeros", y es que cuando escuchas la palabra Bordeaux, indefectiblemente las expectativas saltan y, esperas, además del refinamiento, "complejidad".
Sin embargo este par de vinos jóvenes, resultaron adecuados para el inicio, aunque mis gustos vayan más allá, y requieran vinos con más carácter, con más esencia de su origen.
El siguiente, -el tercero- literalmente me cautivó desde que lo llevé a la nariz; el Château Pedesclaux 2011, Pauillac (55% de Cabrnet Sauvignon y 45% de Merlot), un vino de un poder de seducción eminente para mi gusto.
Desde su brillo intenso que hacía juego con la luz de esa mañana soleada, pasando por su color con destellos púrpuras, sus reminiscencias de frutas negras en la nariz y, marcadamente dueño de unos taninos suaves, -"muy bien educados" si me permiten la alegoría-, este vino me resultó, -usando la terminología del vino-, absolutamente redondo, con una buena densidad y que sin temor a equivocarme, resultaría un diestro acompañante de un platillo de carne de caza con alguna salsa ligera y refinada, pero de sabor alegre, definido, con temperamento, que imagino y casi aseguro, dejaría en la boca una sensación de placer larga, debido al prolongado final de este vino.
Más tarde llegó, el Château Brane Cantenac, de Heri Lurton, que llamó también mi atención, y del cual les platicaré en otra entrega, la de la crónica de la cena en honor de este célebre bodeguero francés, dos días después.
Y finalmente, una joya; el Château Guiraud, (Sémillon y Sauvignon Blanc), 1er Cru Classé, un vino de Sauternes, de los que comunmente catalogaríamos entre "los dulces", -una clasificación definitivamente equivocada pero sobre todo, injusta- por la cascada de aromas a compota, a ciruela pasa, a "mieles"... que literalmente derrocha, pero de una manera sutil, y de los que me confieso, un amante irredento.
De un tono dorado viejo pero lleno de brillo, lo que más me sorprendió de este vino fue su balance; entre ese medido dulzor, y su elegancia y fineza... envueltos también en una nota escondida de acidez que asimismo se hacía presente, y su rico crisol en aromas y sabores a los frutos que evoca...
es categóricamente un vino que despliega una variedad profunda de matices concluyentes que fascinan, por lo que, en lugar de pensar en algún postre tradicional para acompañar, lo primero que me vino a la mente, fueron los quesos, por ejemplo: el Brie, el Époisses de Bourgogne, o incluso, un Parmesano-Reggiano... con el que haría un contraste de una vehemencia ilustrada.
es categóricamente un vino que despliega una variedad profunda de matices concluyentes que fascinan, por lo que, en lugar de pensar en algún postre tradicional para acompañar, lo primero que me vino a la mente, fueron los quesos, por ejemplo: el Brie, el Époisses de Bourgogne, o incluso, un Parmesano-Reggiano... con el que haría un contraste de una vehemencia ilustrada.
Pero también me llegaron las imágenes coloridas de rebanadas de frutas con sutiles notas ácidas, -y si las horas que la costumbre dicta llegan con la puntualidad cotidiana del medio día-, con unas rebanadas de Prosciutto y Melón, o, con unos Champiñones "rociados" con el ya citado Parmesano... por poner sólo un puñado de ejemplos que de inmediato cruzaron mis pensamientos, por lo que me parece que también queda establecido, que derivaría en un atinado ¡apéritif..!
Las posibilidades de maridajes de este vino, -como en una epifanía- de repente se me aparecieron conforme lo disfrutaba..!
Las posibilidades de maridajes de este vino, -como en una epifanía- de repente se me aparecieron conforme lo disfrutaba..!
Sin la menor duda, una experiencia ¡enriquecedora..! pero ya sabe, todo lo bueno se acaba, así que por esta ocasión, no me resta más que desearles estimados lectores, como siempre, muy buen provecho y mucha ¡salud..!
Gabriel Mora y Romero
Director General y Editorial
No hay comentarios:
Publicar un comentario