domingo, 9 de abril de 2017

7 años de Pulques Los INSURGENTES, y una cena con la Embajadora de Francia, ¡dos faltas de asistencia..!

Una vez que menesteres ajenos a mis pasiones finalizaron, retomo con júbilo el quehacer de las letras, para contarles estimados amigos, mis experiencias enologicogastronómicas... recientes.
Comenzando con que Pulques Finos Los INSURGENTES cumplió 7 años, y desgraciadamente, -por las mismas razones por las que no disponía ni de la calma ni del tiempo para escribir- no pude asistir a la celebración a la que me invitó mi buen amigo Alan Ureña, regidor de los destinos de tan singular recinto, que guarnece nuestras tradiciones culinarias prehispánicas con puntualidad, gracia, y dignidad, además de que su feudo, se consolida cada día más, como un referente para la presentación de manifestaciones culturales en los más variados ámbitos.

De verdad lo lamento, porque ahí invariablemente encuentro amigos, gente sincera y directa, además de culta y auténtica... virtudes todas ellas tan difíciles de encontrar en los días que corren.


De cualquier manera, espero pronto hacerles una visita para darles el abrazo de rigor, desearle muchos más años de éxito en un brindis con un "tornillo" de Pulque y/o un copa de algún Mezcal... por ejemplo, de agave Espadín de la zona de Santiago Matatlán, Oaxaca...
Así que, aunque tarde, les envío a través de éstas líneas, un fuerte abrazo y ¡muchas FELICIDADES..!

Y hablando de invitaciones a las que no atendí por esos días, también me llegó una de la embajada de Francia para asistir a la Cena Prestige con la Embajadora en la residencia de la delegación diplomática, a propósito del Festival Gôut de France que se lleva a cabo en casi todo el mundo, para difundir las técnicas de la cocina gala, que es, salvo algunas salsas, lo que han aportado los franceses a la gastronomía mundial.
No olvidemos que el protocolo, la elegancia, los cubiertos, y los ingredientes fundamentales de la cocina francesa de los que hoy "presumen" los galos, -gastronómicamente hablando-, los llevó la noble italiana Caterina María Romula di Lorenzo de Medici, mejor conocida como Catalina... cuando contrajo nupcias con Enrique II de Francia en 1547, incluidos los cubiertos, las copas, las jarras, los modos, etc., -habrá que indagar con qué y cómo comían en aquel entonces en Francia- y además todos estos "instrumentos" del buen comer, elaborados literalmente como obras de arte, por el genio de la orfebrería de la época, el célebre artista florentino Benvenuto Cellini, quien por cierto, también era escultor y escritor. 
Cuando recibí la invitación, tenía la intención de asistir, de hecho confirmé... -finalmente me fue imposible- sobre todo, cuando me enteré que el cocinero a cargo de los alimentos de la mencionada cena, sería un tal Thierry Blouet, al cual no creo conocer personalmente, o quizá si, pero no lo identifico, -nunca he puesto atención en este grupúsculo de cocineros franceses de "medianas destrezas" que invaden las cocinas de los hoteles en nuestro país- lo que sí sé, es que trabaja en Puerto Vallarta, incluso, que dirige un restaurante...

Y sobre el cual, -su nombre me hizo recordar- hace años, publiqué en mi revista MESA y VINO! -todavía la edición impresa en papel- (Año 4 / No. 24 / Nov-Dic 2004un reportaje que me pasó uno de los dos decanos, -junto con su par Scheffler- del "lobby gay" de reporterillos de sociales y espectáculos" que se hace llamar Castillo Pesado... por lo visto, ambos cercanos a estos franceses de la embajada, de las importadoras, de las cocinas... dicen que Dios los hace y ellos...

El incidente que me vino a la mente al leer el nombre del cocinero en la invitación, consiste en que a la sazón, residía allá en Vallarta una buena amiga que por esos días me llamó; le platiqué que acababa de publicar gratis un reportaje del restaurante del cocinero en cuestión, así que la conminé a que se fuera cualquier noche a cenar ahí, y le dijera de mi parte al francés de la cocina, que devolviera la cortesía que le había extendido publicando, -repito de manera gratuita-, un publireportaje de un valor en aquel entonces, de un puñado de decenas de miles de pesos, con el importe de su consumo.

¿Qué cree usted que pasó, estimado lector..? 
¡Acertó! mi amigo...  el cocinero éste, se negó a devolver la cortesía, según me explicó mi amiga unos días más tarde por teléfono... 
No recuerdo los detalles que expuso, pero iba de por medio el argumento que, había tratado con el ignaro y fantoche reportero que por entonces presumía a los cuatro vientos, -como ya lo he contado en muchas otras ocasiones- que era dueño de mi revista MESA y VINO! 

La acción mezquina de este cocinero francés, me recuerda la soberbia y la absoluta falta de de educación y de gratitud de aquel otro cocinero francés de apellido Lombard, a quien, -tengo entendido- algunos socios del Club de Industriales de la CDMX, le ayudaron a montar un restaurante en la avenida Presidente Masaryk, en la colonia Polanco, el L´Olivier y en donde yo personalmente fui testigo de la humillación que le propinó a uno de los meseros mexicanos, por haber tirado accidentalmente, un plato enfrente de los comensales. 


La indignación que nos provocó tan deleznable acción -por decir lo menos- de este "patán francés", fue unánime; muchos dejamos de ir a los comedores -por cierto, también "anodinos", acorde a su quehacer profesional- que ostentaran su "marca", hasta que quebró y poco tiempo después, afortunadamente, nos dejó...

En estos tiempos en que cualquier "mangurrián" como el "pequeño Donald" insultan con una facilidad notable a nuestra gente y a nuestro país, valdría la pena recapacitar sobre las actitudes de estos extranjeros prepotentes, soberbios, pero sobre todo, mal educados y de intelecto tan corto, que no alcanzan a comprender que sólo son nuestros invitados; que están aquí gracias a que nosotros los mexicanos se los permitimos, y que su notoriedad, también es un obsequio nuestro, y no un producto de alguna capacidad extraordinaria de la que sean dueños, -no tienen ninguna- es resultado de las oportunidades que se les abren en nuestro México, y que en sus países, ni siquiera soñarían.
Estimado lector, ¿y usted qué opina?

Gabriel Mora y Romero
Director General y Editorial

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