Cristina Terrazas-Escandón
A pocas millas de Dijon, en el corazón de Borgoña, que fuera el ducado más rico de Francia hasta finales del siglo XV, nos encontramos con la pequeña población de Beaune y el famoso Hospicio que data de los tiempos del rey Luis XI. La importancia de Beaune radica en sus viñedos, algunos de los cuales alcanzan la clasificación más alta entre los vinos de Francia.
Colindando con la región conocida como Cotés de Beaune, está la no menos famosa Cotés de Nuits, sede de los increíbles viñedos cuyo precio es incalculable, y me refiero al dominio de la Romanee. Sólo por citar algunos nombres que l aficionado al vino le pueden ser familiares: Chambertin, Clos Vougeot, Clos de Tart Richebourg, La Teche,Le St. George y el más admirado de todos, el
Volviendo a Beaune y su admirable entorno, nos encontramos con una población pequeña y pintoresca, con el Hospicio en medio de la plaza y en donde se puede alojar el viajero por una muy razonable cantidad, dado que a unos metros de ahí están las Bodegas donde se prueba año con año la cosecha en el mes de noviembre.
La población se puede recorrer a pie, y es preciso destinar tiempo a la visita de los viñedos aledaños, entre los que destaca el Aloxe que produce el blanco más apreciable a nuestro paladar, el Corton Charlemagne, nombrado así en honor del emperador carolingio. El paisaje en esta región de Borgoña es risueño y agradable, los atardeceres tiñen de colores un entorno amable y bordeado de suaves colinas.
La visita de los viñedos se arregla sin mayores trámites, siendo la temporada de la vendimia, la más visitada como es natural. La prueba o cata de vino se hace en la interminable red de túneles que hay en el subsuelo, en los cuales están los toneles de las diferentes marcas de los caldos. La prueba es gratuita, y es preciso tener cuidado con el exceso de consumo, pues no es fácil admitir la expulsión en boca después de una ingestión placentera.
La arquitectura del Hospicio de Beaune recuerda -guardando proporciones- a la de la Sainte-Chapelle en París. El Hospicio fue fundado por un colector de impuestos de Luis XI, llamado Nicolás Rollin y los viñedos aledaños fueron donados en aquella época al Hospicio, cuya hacienda depende enteramente de la venta del vino.
El Hospicio tiene sus propios viñedos desde tiempo ancestral, en una extensión de sesenta hectáreas y una de sus principales propiedades es la de Meursault, bordeando las suaves colinas que circundan la ciudad. Cualquiera que acuda a las subastas del Hospicio, está familiarizado con los nombres como éste o los Montrachet, reputados como los mejores vinos blancos de Borgoña cuyos viñedos en sólo diez hectáreas, no exceden una producción de mil cajas en años de buena cosecha.
Esto hace que su precio sea estratosférico, y también que se den a menudo casos de fraude, por lo que se recomienda verificar con cuidado el nombre del propietario. Muchos de estos viñedos excepcionales se hallan al borde mismo de la carretera, y es fácil apreciarlos, lo mismo que los castillos, como el de Clos de Vougeots, sede de la "Cofradía de Taste Vin", de la cual hay un capítulo en México, encabezado -si la memoria no me falla- por el ilustre don Juan Berthelot, bien conocido de los hoteleros en México.
En fin, esta prodigiosa región de Francia, cuyos viñedos datan -muchos de ellos- de tiempos de los romanos, se extiende hacia el sur -siempre en la ruta París-Costa Azul- y ahí nos encontramos con la región de los "Chalonais", los "Maconnais, y el siempre apreciado "Beujolais, que es el único vino de clase que se puede beber apenas después de su cosecha. Un dato curioso es el de que hasta hace unos lustros, eran los belgas y suizos quienes importaban a sus países la mayor cantidad de vinos de Borgoña.
Sobra decir también que el apetito de los británicos por estos caldos, es en verdad sorprendente. A lo largo de esta ruta hacia el sur, se encuentran algunos de los mejores restaurantes de Francia, como aquel inolvidable Alain Chapelle, cerca de Mionnais, en el que sólo se sirven productos de la región, y la también notable "Pyrámide" (tres estrellas Michellin), escala obligada de todos los viajeros "gourmands" al llegar a la vieja ciudad de Vienne, cuyas ruinas romanas compiten con sus restaurantes famosos en el interés del viajero epicúreo y conocedor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario